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Psicología y Bienestar es la columma especializada del periódico digital italodominicano.tv  autoria de la Dra. Rosanna Perre

Psicología y Bienestar 

Dra. Rosanna Perretta Psicóloga Clínica, de la Salud y Comunitaria

Psicología y Bienestar es la columma especializada del periódico digital italodominicano.tv  autoria de la Dra. Rosanna Perretta
Psicóloga Clínica, de la Salud y Comunitaria. Experta en Entrenamiento Autógeno y Técnicas de Relajación.

e-mail.: perretta.rosanna@gmail.com

Psique y piel: ¡un vínculo invisible!

Cuantas veces para decir que estamos irritados utilizamos la expresión: “tengo los nervios de punta”; o al escuchar una canción que nos conmueve mucho, decimos: “se me puso la piel de gallina”; ¿O cuando estamos particularmente impacientes por algo decimos: “No puedo esperar”?

La piel está a menudo en nuestras palabras. Ahora, justo en este momento, hagamos un pequeño ejercicio de atención plena: asumamos una posición cómoda, respiremos profundamente y tratemos de pensar en cuántos dichos más podríamos agregar a la lista anterior. ¿Cuántos encontramos?

Intentemos ahora preguntarnos qué tienen en común estas expresiones. Nos dicen que la piel es nuestra prueba de fuego emocional porque expresa y manifiesta nuestros estados de ánimo desde dentro: lo que se percibe en la superficie de la piel activa los neurotransmisores capaces de interactuar con el sistema nervioso e influir en el humor. En muchos casos, todo esto sucede en tiempo real. Pensemos en cuando nos ponemos rojos de vergüenza, palidecemos de miedo, sudamos profusamente de ansiedad, etc. ¡Estas son todas esas situaciones en las que la piel "habla" auténticamente de nosotros!

El hecho de que nuestra experiencia emocional influya en la salud de nuestra piel (y viceversa) y que la fragilidad de la piel sea a menudo expresión de una fragilidad más interna, recuerda la relación mente-cuerpo discutida en los artículos "El bienestar como expresión de el Yo: ¿Cómo estás?" y “La emoción como puente entre la mente y el cuerpo.

¿Por qué la relación entre nuestra dimensión interior y la dermis atrae tanto nuestra atención y la de los profesionales de la salud (principalmente dermatólogos y psicólogos)?

La respuesta está en que esta relación es muy estrecha desde un punto de vista orgánico. En este sentido, la embriología nos dice que la piel y el cerebro son entidades superficiales (la piel como superficie del cuerpo y el cerebro como superficie del sistema nervioso) y derivan de la misma estructura embrionaria: el ectodermo. Es decir, son “gemelos” al nacer y esto significa que mantienen un vínculo indisoluble por el resto de sus vidas. Además, la piel aparece antes que cualquier otro sistema sensorial: también en este punto nos ayuda una ley embriológica según la cual, cuanto antes se desarrolle una función o un órgano, más probabilidades hay de que sea fundamental. ¿Cuáles son las implicaciones psicológicas de esta estrecha interconexión orgánica? Un aporte teórico fundamental a este respecto fue el de Didieu Anzieu, quien en el libro "El Yo-Piel" expresó la tesis según la cual, en nuestros primeros meses de vida, muchas de las funciones de nuestro cuerpo y de nuestra futura interioridad psíquica se reproducen a través de la piel. Según Anzieu, el yo-piel es ante todo un yo corporal y aprendemos a percibirlo ya en las primeras etapas de nuestro desarrollo, gracias al contacto con la persona que nos cuida (pensemos en las caricias, los baños, los lavados). , levantamiento, curvas, etc.). Es precisamente este "yo-piel" el que, según Anzieu, constituye la base de la formación de nuestro yo psíquico. Para concluir, respiremos hondo con los ojos cerrados, preguntémonos "¿cómo habla mi piel de mí?" y permanecemos en íntima escucha de los pensamientos, imágenes y sensaciones libres de nuestro Ser.

Bibliografía

1. D. Anzieu, L'Io-pelle, Raffaello Cortina Editore, 2017

2) V. Lingiardi, somos mejores amigos. Por eso, “Sole24ore” del 11 de agosto de 2022

3) A. Montagu, La lengua de la piel, Verde claro. Versión Kindle.

4) P. Valery, Malos pensamientos, Adelphi, 2006

5) https://dizionari.corriere.it/dizionario-modi-di-dire/P/pelle.shtml

17-07-2024

Autora. Dra. Rosanna Perretta

Psicología y Bienestar  de italodominicano.tv 

La emoción como puente entre la mente y el cuerpo

¿Cuándo fue la última vez que acudimos a nuestro médico de cabecera, o nos volvimos locos en Internet buscando un remedio para esa tensión en el cuello? por ese dolor de espalda que nunca nos abandona; por el dolor de cabeza que algunos días viene de fondo; por “mil” latidos; ¿O por el dolor de estómago que se presenta habitualmente en algunas situaciones?
Cuando el resultado de la visita es como “No tiene nada, las pruebas están bien”, ¿qué sentimos? Si bien esta respuesta puede brindarnos alivio porque se ha excluido una causa orgánica, por otro no nos libera de nuestro malestar.
Entonces, ¿qué nos está dando esos síntomas?
No hay una respuesta unívoca porque, como vimos en el artículo del mes pasado titulado "El bienestar como expresión del Yo: ¿cómo estás?", los factores de riesgo que obstaculizan nuestro bienestar psicofísico pueden ser de diversa índole en virtud de la complejidad de la relación mente-cuerpo. Sin embargo, podemos afirmar razonablemente que, dentro de esta relación, la dimensión emocional siempre tiene su peso, ya sea como causa o como efecto.
Ahora, hagamos un pequeño ejercicio de autoconocimiento: pongámonos en una posición cómoda, respiremos hondo y preguntémonos: “en este momento, ¿en qué me hace pensar la palabra emoción?”. ¿Estamos pensando, por ejemplo, en el miedo o la ira, la tristeza o la sorpresa, el asco o la felicidad?  Intentemos también recordar una situación en la que sentimos esta emoción y sentir el efecto que tuvo en nosotros. ¿Nos sentimos satisfechos con cómo lo expresamos, o en ese momento sólo lo sentimos a nivel corporal, sin poder reconocerlo ni admitirlo ante nosotros mismos? 

El bienestar como expresión del Yo ¿"Cómo estás"? fotografia de Rita Valenzuela

fotografia de Rita Valenzulea

Por ejemplo, si estamos pensando en la ira aún podríamos recordar que en esa situación nuestro corazón latía rápido, nuestros músculos estaban tensos, nuestra respiración era corta, etc., pero éramos incapaces de reconocer que estábamos enojados; o elegimos reprimir lo que sentíamos y luego nos sentimos implosionar por dentro, o, por el contrario, nos sentimos abrumados por ello, sintiéndonos culpables inmediatamente después de haber "explotado".
Comprender lo que sucede en nuestro interior, en nuestro cuerpo y en nuestra mente, no es cosa fácil si, desde nuestra infancia, nuestros estados de ánimo no eran reconocidos por las personas que nos cuidaban (nuestro cuidador) y si nuestras emociones no han sido reconocidas. "bautizado" con su nombre ("ahora mismo estás sintiendo ira", “estás llorando porque estás muy triste”, “tu corazón late rápido porque tienes miedo”, etc.), pero quedaron dentro de nosotros como una sensación confusa e inexplicable de la que debemos alejarnos. Ser criado en un ambiente emocionalmente "pobre" nos expone a esa condición psicológica particular que se define como "alexitimia", literalmente la "falta de palabras para las emociones". Según John Nemian y Peter Sifneos, que teorizaron este constructo en los años setenta, los individuos alexitímicos tienen dificultades para percibir y expresar sus emociones e, incluso si sienten los síntomas físicos (el corazón que late salvajemente, el estómago que hace mal, dificultad para respirar). , etc.), no tienen las palabras para decodificarlos. 
Si no es fácil entender lo que sentimos en nuestro interior, a veces puede que no sea tan fácil expresarlo y comunicarlo a los demás. Volviendo a la ira, entra en juego el concepto de regulación emocional. Intentemos ver de qué se trata a través de una metáfora. Y cómo tener a mano un termostato que nos permita regular la temperatura de nuestras emociones: cuando hace demasiado frío, nos ayuda a aumentarla para sentirnos lo suficientemente cómodos; cuando sube demasiado, nos proporciona herramientas y estrategias adecuadas para llevar la temperatura a un nivel más adecuado al contexto que vivimos.
Si nos encontramos con que nos cuesta gestionar ciertas emociones, ¿qué podemos hacer? ¿En qué nos puede ayudar el psicólogo?
A través de un camino terapéutico podemos entrenarnos para un diálogo interno más funcional a nuestro bienestar emocional y experimentar nuevas experiencias emocionales. En este sentido, Giorgio Nardone en su libro El miedo a la enfermedad habla de "experiencias emocionales correctivas" que, acompañadas de la adquisición de una nueva conciencia, hacen más eficaz el trabajo sobre las emociones.
Además, podemos entender así dónde aprendimos nuestras estrategias de regulación porque la regulación emocional, al igual que el reconocimiento de las emociones, es algo que aprendemos a hacer en nuestras relaciones con las personas que nos han cuidado. Es decir, fueron nuestros cuidadores quienes inicialmente sostuvieron ese termostato por nosotros, enseñándonos, en la medida de lo posible, a través de sus reacciones a nuestros estados de ánimo a darle sentido a lo que sentíamos, a validarlo y regularlo gradualmente por grados de complejidad emocional. más alto.
El trabajo clínico, a través de la narración de nuestras experiencias, también nos ayuda a rastrear los orígenes de nuestras creencias disfuncionales (como la dicotomía entre emociones positivas y negativas) y superarlas, permitiéndonos evolucionar nuestra competencia emocional.
Por ejemplo, cada vez que ante un fracaso o una decepción hemos escuchado frases como “no debes llorar”, “los hombres de verdad no lloran”, “mejor no hablar de ello”, “mejor fingir que no pasó nada”. ", etc., de hecho nos han incitado a reprimir las emociones consideradas "negativas" y a percibirlas como peligrosas porque son "cosas débiles". 
No hay emociones positivas o negativas. Cada uno de ellos tiene un valor adaptativo para nuestra supervivencia. Galimberti, en su libro El libro de las emociones, destaca precisamente esto al sostener que toda emoción, rápidamente y sin reflexión, nos ayuda incluso antes de la razón a comprender qué es ventajoso y qué es peligroso para el mantenimiento de la vida.
Podemos decir entonces que, si hay una regla de oro para nuestro bienestar emocional, es vivirlas aprendiendo a no dejarnos abrumar por ellas. Comenzaremos entonces a darnos cuenta de que las emociones que hemos reprimido durante mucho tiempo, cuando encuentran el espacio adecuado en nuestra vida, pueden fluir libremente sin implosionar en nuestro cuerpo o, por el contrario, sin abrumarnos, convirtiéndose en grandes aliadas de nuestro bienestar y crecimiento personal. En este sentido, Goleman, en su libro Inteligencia Emocional, destaca cómo la conciencia emocional y la gestión de las emociones son la base para el desarrollo de otras habilidades como la empatía y las habilidades relacionales, fundamentales para nuestro éxito personal y profesional. 
Para terminar, retomando nuestro ejercicio de autoconciencia, permanecemos en nuestra posición cómoda unos instantes más, respiramos profundamente con los ojos cerrados y escuchamos íntimamente los pensamientos, imágenes y sensaciones libres de nuestro ego.

 

Referencias bibliográficas

Riferimenti Bibliografici
1) A. Bartoletti, G. Nardone, La paura delle malattie: Psicoterapia Breve Strategica dell'Ipocondria, Ponte alle Grazie. Kindle Edition
2) U. Galimberti, Il libro delle emozioni, Feltrinelli, 2021
3) D. Goleman, Intelligenza emotiva. Che cos’è e perché può renderci felici, Rizzoli - BUR Grandi saggi, Feltrinelli, 2011
4) JC Nemiah, PE Sifneos, Malattia psicosomatica: un problema di comunicazione. Psicoterapia e psicosomatica, 18 (1-6), 154–160. https://doi.org/10.1159/000286074
5) J. Panksepp, Le emozioni di base secondo Panksepp: Introduzione e connessioni filosofiche, Manuel Cappello, Kindle Edition.
6) P. Porcelli, Medicina psicosomatica e psicologia clinica. Modelli teorici, diagnosi, trattamento, Raffaello Cortina Editore, 2022
7) M. Scognamiglio, Psicologia psicosomatica. L’atto psicologico tra codici del corpo e codici della parola, FrancoAngeli, Milano 2016

01-06-2024

Autora. Dra. Rosanna Perretta

Psicología y Bienestar  de italodominicano.tv 

El bienestar como expresión del Yo ¿"Cómo estás"?

fotografia de Rita Valenzulea

¿Cuántas veces en nuestras interacciones diarias con los demás, a la pregunta “cómo estás” respondemos con frases como “bien, gracias”, “regular”, “podría ser mejor”, “no me quejo”? , etc. ¿Cuánto tiempo tardamos en responder? La inmediatez de nuestra respuesta nos dice cuán predecible, casi automática, es la mayor parte del tiempo.

Ahora, ahora mismo, intentemos este pequeño ejercicio. Asumimos una posición cómoda, respiramos profundamente y nos hacemos la pregunta "¿Cómo estoy, cómo me siento?". ¿Nuestra respuesta es siempre "automática", o se vuelve más elaborada, es decir, el "bien, gracias", o el "regular" de antes, expresan algo más complejo?

En realidad, con este breve ejercicio de autoconocimiento no estamos pensando simplemente en cómo estamos físicamente, sino que nos preguntamos por nuestro bienestar general. Veamos juntos a qué nos referimos.

El término "bienestar" fue utilizado en 1948 por la Organización Mundial de la Salud (OMS), para definir el concepto de salud, que se considera "un estado de completo bienestar físico, mental y social y no simplemente la ausencia de enfermedad o dolencia".

Esta definición tenía la gran ventaja de desplazar el enfoque de la simple ausencia de enfermedad (según la idea de que puedo considerarme sano simplemente porque no tengo sufrimiento físico), al concepto de salud en una dimensión más amplia ("no tengo enfermedades, no tengo dolores, entonces físicamente estoy bien, pero... en general, ¿cómo me siento? ¿Puedo decir que estoy bien o sigo sintiendo que algo anda mal?”).En esta nueva acepción de salud, el bienestar se ha consolidado también como un concepto multidimensional, que incluye un buen estado de salud física (bienestar físico), una buena relación con nuestras emociones (bienestar emocional), una buena flexibilidad mental y gestión de creencias limitantes (bienestar mental), una buena calidad de nuestras relaciones, una buena conexión con nuestros valores fundamentales y/o con algo más grande que nosotros mismos (bienestar espiritual).

En cada momento nuestra vida es un esfuerzo constante de simbiosis entre la psique, los pensamientos, los deseos y las emociones, las relaciones que experimentamos. ¿Qué lugar ocupa nuestro cuerpo en este entrelazamiento? Si para Descartes la mente y el cuerpo eran dos entidades separadas, que interactuaban sólo a través de la glándula pineal (una pequeña estructura en el cerebro), posteriormente, el neurocientífico Damasio, en su famosa obra El error de Descartes, reparó esta división, afirmando " No es sólo la separación entre mente y cerebro lo que es mítico: probablemente la separación entre mente y cuerpo sea igualmente ficticia."

La cultura de los siglos XX y XXI ha sentado las bases para una recuperación del cuerpo encaminada a una concepción integral de los sistemas "mente" y "ambiente".

El nacimiento de la psicosomática marcó el punto de conexión entre la psicología y la medicina.

La idea básica de esta corriente de pensamiento es que los trastornos físicos, para los cuales no existe un diagnóstico médico, se originan en la mente, por lo que el aspecto psicológico es lo primero y el cuerpo lo segundo.

Fue a finales de los años setenta cuando Engel teorizó el modelo biopsicosocial, según el cual la salud psicofísica y el bienestar son el resultado de la compleja interacción entre factores biológicos, factores psicológicos y factores sociales.

¿Cómo se traduce este cambio de paradigma en la práctica clínica?

Si antes pensábamos en el trastorno psicosomático como un trastorno físico generado por la mente, hoy la relación mente-cuerpo se ve en un sentido circular, por tanto, la mente influye en el cuerpo y viceversa.

Si nos detenemos a reflexionar sobre esta circularidad descubrimos que en realidad no existe ningún trastorno que nos afecte exclusivamente en el cuerpo o sólo en la mente.

Cuando los síntomas físicos comienzan a ocupar un espacio interno muy grande, generando pensamientos, emociones, sentimientos, estados de ánimo y conductas recurrentes, se genera malestar a largo plazo.

Pensemos en patologías relacionadas con el dolor, los problemas del lenguaje y la anestesia corporal. En casos de este tipo, los síntomas físicos influyen en el aspecto psicológico cuando empiezan a generar una forma de ser y vivir.

En el caso de la hipocondría, sin embargo, ocurre lo contrario porque hay una fuerte preocupación por la propia salud, incluso en ausencia de síntomas o en presencia de síntomas muy, muy leves.

Hoy en día todavía existe la tendencia de que cuando el médico dice "no tienes nada" el problema es psicológico y se refiere al estrés, lo que también devalúa este tipo de problemas porque se corre el riesgo de no reconocer su complejidad.

En los escenarios descritos, ¿qué papel tiene el psicólogo y cómo puede intervenir? Puede intervenir sobre la percepción subjetiva del síntoma y sobre la forma en que uno se relaciona con él, sobre cómo se vive la enfermedad. En el libro Psicología Psicosomática Scognamiglio habla de "competencia somática", precisamente para indicar el concepto de "cómo se siente en el propio cuerpo", es decir, "poder traducir lo que sucede en el cuerpo (dolor, señales emocionales, etc.) hacia nuevas configuraciones de significado".

¿Cómo se traduce esto en un viaje psicológico?

Por ejemplo, en el caso de trastornos que realmente nunca desaparecen (como el dolor crónico), podemos aprender que nuestra relación con el dolor puede cambiar hasta el punto de que ya no nos incapacite.

También podemos aprender a distinguir el origen del problema de lo que lo sigue manteniendo en el presente. A medida que aumenta nuestra conciencia del síntoma, el componente de alerta y provocación de ansiedad que lo acompaña se reduce y nuestra relación con el miedo y la alarma puede modificarse. También significa eliminar todas las formas de evitar la situación problemática porque evitarla es una estrategia, pero a largo plazo siempre resulta infructuosa y no hace más que mantener o aumentar el problema.

¡Cuántas veces escuchamos: “hay que aceptarlo, hay que vivir con ello”! Casi parece una invitación a tirar la toalla y, por tanto, a la resignación. Se trata más bien de comprender que, al cambiar nuestra forma de interactuar con el síntoma, también tenemos el poder de modificarlo. Significa que nos volvemos activos en la gestión del problema. Aceptar significa entender cuál es nuestro margen de acción; Por lo tanto, actuar donde podamos actuar y no actuar en vano, en un desperdicio de energía, si esto no nos lleva a ninguna parte. En cierto sentido, los síntomas somáticos también podrían entenderse como guías que hacen volver a uno mismo, que ayudan a superar la disociación mente-cuerpo.

¿Cuáles son los principales factores de riesgo que dificultan nuestro bienestar psicofísico? Hay predisposiciones genéticas y biológicas, un umbral de dolor bajo, factores de riesgo experienciales (traumas), factores de riesgo emocionales.

En el próximo artículo nos centraremos en las emociones y la influencia que tienen en nuestro bienestar general.

Mientras tanto, para cerrar nuestro breve ejercicio de autoconocimiento, respiremos profundamente otra vez e intentemos acoger los pensamientos y emociones que esta lectura ha despertado en nosotros.

 

Referencias bibliográficas

1) Damasio, el error de Descartes. Emoción, razón y cerebro humano, Adelphi, Milán 1995

2) B. V. Der Kolk, El cuerpo siente el golpe. Mente, cuerpo y cerebro en el procesamiento de recuerdos traumáticos, Raffaello Cortina Editore, Milán 2015

3) E.F. Poli, Las emociones que curan. Sentirse bien con la nueva medicina emocional, Mondadori, Milán 2019

4) M. Scognamiglio, Psicología psicosomática. El acto psicológico entre códigos del cuerpo y códigos de la palabra, FrancoAngeli, Milán 2016

5) https://www.salute.gov.it

09-04-2024

Autora. Dra. Rosanna Perretta

"EL BIENESTAR COMO EXPRESIÓN DE YO" de italodominicano.tv 

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